Las creencias religiosas del pueblo mapuche permanecieron desconocidas y desfiguradas hasta la publicación de valiosísimos trabajos de investigación en fechas recientes. En gran medida esta ignorancia puede atribuirse al carácter especialmente endurecido de los conquistadores y a su dificultad de comprender las sutilezas del pensamiento indígena, y, en tiempos posteriores a la independencia.
En La Araucana, Alonso de Ercilla afirma que los mapuches creían en una divinidad guerrera llamada Eponamón. Señala también Ercilla que los mapuches solían ingerir unas “setas engañosas” para experimentar éxtasis religioso de tipo guerrero y también para determinados ritos de los machis. Podemos inferir que se trataba de hongos alucinógenos similares a la Amanita muscaria utilizada por los chamanes siberianos y los griegos antiguos, y a los hongos de psilocibina utilizados por los indígenas centroamericanos y los tupí-guaraní del Brasil.
Al igual que los indígenas del Perú, los mapuches ingerían diversas plantas y combinaciones de efectos alucinógenos que se ingerían en brebajes, o aspirándolas pulverizadas en forma de rapé, o también fumándolas como la marihuana. Entre las principales drogas mágicas de los mapuches, fuera de las referidas setas, se cuentan la Lobelia tupa, trupa o tabaco del diablo; la Datura stramonium o chamico y la Latua publiflora, latué o palo del brujo.
La divinidad máxima y remota de los mapuches era el Gran Espíritu o Gran Fuerza, el Futa Newén, que moraba en el Wenu Mapu o País de los Cielos. Este concibió y creó el mundo, los seres vivos y el hombre, los que fueron posteriormente destruidos por un diluvio y recreados por las divinidades como refiere el mito de Tren Tren y Kai Kai (La historia de “El diluvio” mapuche).
Creían también los mapuches en la existencia de entidades invisibles llamadas Pullüam (castellanizado como el Pillán), espíritus o almas que sustentan al hombre y a las cosas, y que suelen manifestarse en los fenómenos naturales como relámpagos, vendavales, lluvias, erupciones volcánicas y terremotos. Estos espíritus constituyen la cualidad esencial de todos los seres y todas las cosas. Si el Pullüam del agua, por ejemplo, se marchara, también el agua desaparecería.
Finalmente, por influencia del cristianismo, hacia el siglo XVIII los mapuches comenzaron a concebir a una divinidad bisexual llamada Nguenechén, padre y madre de los hombres, y Nguenemapun, Señor y Señora de la Tierra. Esta divinidad, a la vez que bisexual, se expresaba también en forma benéfica o maligna.
Las ceremonias religiosas, rogativas y ritos de sanación y fecundidad (Machitún y Nguillatún) se realizaban principalmente dirigidas a los Pullüam, y posteriormente a Nguenechén.
En La Araucana, Alonso de Ercilla afirma que los mapuches creían en una divinidad guerrera llamada Eponamón. Señala también Ercilla que los mapuches solían ingerir unas “setas engañosas” para experimentar éxtasis religioso de tipo guerrero y también para determinados ritos de los machis. Podemos inferir que se trataba de hongos alucinógenos similares a la Amanita muscaria utilizada por los chamanes siberianos y los griegos antiguos, y a los hongos de psilocibina utilizados por los indígenas centroamericanos y los tupí-guaraní del Brasil.
Al igual que los indígenas del Perú, los mapuches ingerían diversas plantas y combinaciones de efectos alucinógenos que se ingerían en brebajes, o aspirándolas pulverizadas en forma de rapé, o también fumándolas como la marihuana. Entre las principales drogas mágicas de los mapuches, fuera de las referidas setas, se cuentan la Lobelia tupa, trupa o tabaco del diablo; la Datura stramonium o chamico y la Latua publiflora, latué o palo del brujo.
La divinidad máxima y remota de los mapuches era el Gran Espíritu o Gran Fuerza, el Futa Newén, que moraba en el Wenu Mapu o País de los Cielos. Este concibió y creó el mundo, los seres vivos y el hombre, los que fueron posteriormente destruidos por un diluvio y recreados por las divinidades como refiere el mito de Tren Tren y Kai Kai (La historia de “El diluvio” mapuche).
Creían también los mapuches en la existencia de entidades invisibles llamadas Pullüam (castellanizado como el Pillán), espíritus o almas que sustentan al hombre y a las cosas, y que suelen manifestarse en los fenómenos naturales como relámpagos, vendavales, lluvias, erupciones volcánicas y terremotos. Estos espíritus constituyen la cualidad esencial de todos los seres y todas las cosas. Si el Pullüam del agua, por ejemplo, se marchara, también el agua desaparecería.
Finalmente, por influencia del cristianismo, hacia el siglo XVIII los mapuches comenzaron a concebir a una divinidad bisexual llamada Nguenechén, padre y madre de los hombres, y Nguenemapun, Señor y Señora de la Tierra. Esta divinidad, a la vez que bisexual, se expresaba también en forma benéfica o maligna.
Las ceremonias religiosas, rogativas y ritos de sanación y fecundidad (Machitún y Nguillatún) se realizaban principalmente dirigidas a los Pullüam, y posteriormente a Nguenechén.
Gracias por compartir la visiòn del pueblo Mapuche.
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