jueves, 10 de diciembre de 2009

Los Mapuches a la llegada de los españoles


Su aspecto físico

Se estima que la población mapuche alcanzaba a algo más de un millón de habitantes hacia 1541, fecha de la fundación de Santiago. Si bien eran —como ahora— gente de un raza de poca estatura, los cronistas señalan que en general no eran más bajos que la mayoría de los conquistadores españoles y en cambio eran más altos que los indígenas del Perú. Asimismo, su tez era considerablemente más pálida.
Es célebre la descripción que hace Alonso de Ercilla y Zúñiga sobre los varones mapuches de la región del Bío Bío:

“Son de gestos robustos, desbarbados,
bien formados los cuerpos y crecidos,
espaldas grandes, pechos levantados,
recios miembros de nervios bien fornidos;
ágiles, desenvueltos, atrevidos,
duros en el trabajo, sufridores
de fríos mortales, hambres y calores”.

Los etnólogos argentinos del siglo diecinueve coinciden en que la estatura del hombre mapuche oscilaba entre un metro con sesenta y siete centímetros y un metro con setenta y tres centímetros, y la mujer, más homogéneamente, un metro con cincuenta y cinco centímetros. Coinciden también en destacar su complexión atlética y esbelta, en contraste con los indígenas andinos (quechuas, aymaras, atacameños) más bajos y gruesos. Sus facciones presentan nariz menos achatadas que los andinos, con cráneos redondos, mandíbula fuerte y pómulos no muy levantados, y señalan la existencia de muchas similaridades con los indígenas de raza guaraní.
Según el etnólogo argentino Ramón Subirats, las facciones mapuches son de rasgos más bien delicados y redondeados, y más que a facciones andinas o mogoles recuerdan las facciones europeo-orientales, con ojos de órbitas grandes. El cabello es lacio y negro. Los ojos mayoritariamente castaño oscuros, aunque con regular frecuencia se dan ojos castaños muy claros, amarillentos, o de un particular color azul verdoso, característico únicamente en esa raza.
También los etnólogos franceses y argentinos mencionan como singularidad de los mapuches el que con relativa frecuencia presentaban individuos de apariencia física delicada, generalmente homosexuales, los que eran tratados con deferencia pues se les consideraba privilegiados por los espíritus de la naturaleza y generalmente se dedicaban a los oficios de machi y kalku, es decir, chamanes o sacerdotes, y hechiceros o brujos. Sólo después de la llegada de los españoles esos oficios pasaron a ser desempeñados únicamente por mujeres.

Vestimenta, joyería y arreglo personal

A partir de la domesticación de auquénidos, vicuñas y guanacos, la vestimenta mapuche se basó en piezas de lana tejidas a telar. Las mujeres mapuches llevaban permanentemente consigo un huso con volante de piedra para hacerlo girar en forma regular, con el cual hilaban lana en todo momento en que se encontraban desocupadas, conversando o incluso paseando.
Las hebras eran teñidas antes de ser hiladas y para ello se empleaban tintes vegetales, algunos de los cuales se conservan hasta hoy. El color rojo lo obtenían con las plantas llamadas nalca y reviun; un castaño rojizo lo producían con madera de tepú, y un azul profundo con tonalidades moradas lo obtenían con bayas de maqui. El blanco, negro y Otros tonos de café y blanco amarillento, correspondían simplemente al colorido natural de la lana de weke o vicuña doméstica. Por la escasez de lana negra natural, solían oscurecer el tinte del maqui empleando cieno orgánico y negro de humo.
El hombre utilizaba una falda cuyos extremos pasaban entre las piernas formando una especie de pantalón, y las puntas se ataban a la cintura. Este era el chiripa o chiripá. También solían llevar el chamal, o túnica corta que cubría hasta medio muslo. La parte superior se vestía con un poncho corto dispuesto a manera de blusa sin mangas y sujeto a la cintura con una faja. Por encima de ello, se llevaba un poncho largo o un manto, finamente tejido, en el cual las mujeres hacían gala de su arte y buen gusto y que constituía un símbolo del estatus de su poseedor. Era particularmente espléndido el manto de cacique, trarikan makuñ. Por último solía emplearse en las solemnidades y ceremoniales un sobre manto, el nguillatún makuñ.
La mujer llevaba un vestido recto hasta poco más arriba de los tobillos, el kepán, ceñido en la cintura con una faja o trariwe, en cuyo tejido estaban diseñados los símbolos de la jerarquía social de su dueña.
Ambos sexos solían llevar joyas, preferentemente de plata, en las ocasiones ceremoniales y solemnidades políticas, pero las mujeres las llevaban en forma permanente y también como señales de la jerarquía social de su familia. Estas joyas consistían en grandes adornos pectorales y collares llamados sikil y trapelacucha; alfileres de grandes cabezas a menudo en forma de globo, llamados akucha, prendedores o tupu, y diademas llamadas trarilonko.
Por influencia picunche (indirectamente influencia de las culturas peruanas) los mapuches de los tiempos de la conquista utilizaban además grandes aros, a menudo primorosamente labrados. En cambio, ya había caído en desuso el adornarse con el tembetá, un objeto que se introducía en perforaciones practicadas en los labios que se dilataban en forma similar a la de los botocudos amazónicos. Otros adornos similares fueron una especie de aros grandes que se insertaban en el lóbulo de las orejas dilatándolos de tal forma que los hacían colgar hasta los hombros. Esta moda se mantuvo en el Perú, de donde vino el apodo de “orejones” que los españoles pusieron a los aristócratas quechuas que los usaban.
Hombres y mujeres se depilaban cuidadosamente todo el cuerpo. Las mujeres usaban maquillaje con claro sentido cosmético; se coloreaban las mejillas con polvos y cremas de color rojizo, y asimismo se pintaban las pestañas, bordes y rabillos de los ojos con líneas oscuras y verdes. El peinado de las mujeres consistía en trenzas simples que a veces llevaban arrolladas a ambos lados de la cabeza, sujetas con alfileres o el trarilonko. Los varones no parecen haber utilizado pinturas faciales ni aún en la guerra o en solemnidades. Llevaban el cabello cortado en melena que no alcanzaba a los hombros, y, según la descripción que hace Alonso de Ercilla para la ceremonia de reconocimiento de Lautaro por Caupolicán, como lugarteniente suyo, los jefes solían raparse el pelo a ambos lados de la cabeza, dejándose sólo un abundante mechón en la parte central del cráneo, peinado en trenza desde la frente hasta la nuca:

“Y por el orden y uso acostumbrado
el gran Caupolicán lo trasquilaba
dejándole el copete en trenza largo,
insignia verdadera de aquel cargo.”

(“La Araucana”, Canto III estrofa 241)

1 comentario:

  1. Natita: Lamento que haya personas que esten tan equivocadas en lo que se refiere a mi cultura. No cites a historiadores y blancos que no entienden nuestra cosmovisión y escribieron lo que pobremente lograron apreciar de nuestras ceremonias sagradas y cosmovisión. Me parece terrible que encima se publiquen estos blog sin investigar medianamente lo errados que son estos artículos, los mapuches No tomaban ni toman hierbas alucinógenas para sus ceremonias y el ser machi no se debe a que hubieran hermanos homosexuales, pero no explicaré este punto porque es muy difícil que lo entiendas. Sólo quiero dejar claro que en este artículo existen muchos errores y mentiras que no hacen más que desvirtuar la cultura mapuche, no es mada en contra de quien pucblicó el blog pero sí quiero hacer un llamado de atención a investigar por sí mismos con los propios mapuches o no escribir cosas que no son realidad.

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